Hoy te voy a contar una historia que te va a dejar el culo metido para dentro.
Creo que no descubro la pólvora si digo que en el mundo de la construcción no hay mano de obra. Es ya un tema que hemos hablado en anteriores correos y debo insistir en que es un problema.
Lo es no solo por los precios que se manejan actualmente (oferta y demanda, poco más que añadir), sino por la imposibilidad de encontrar a alguien si te hace falta.
Resulta que para la albañilería teníamos 3 albañiles que trabajaban para un autónomo. De los 4, el jefe incluido, tres son oficiales de primera y uno era peón.
La diferencia es que un oficial sabe hacer un poco de todo: pone ladrillo, alicata, incluso pinta, recibe cajas de instalaciones, coloca premarcos de puertas... Los albañiles de antes, vaya.
El peón era un peón aventajado, en realidad. Colocaba ladrillo, hacía rozas, etc. Pero no era tan fino como los otros.
El caso es que esta gente ya la conocemos de hace años e incluso tenemos amistad con algunos de los albañiles.
El mayor de ellos, llamémosle Juan, es un fuera de serie. Literalmente puedes acabar una obra con él solo. Es multiusos.
Todo iba bien.
Empezamos la albañilería en septiembre.
El jefe de ellos, primero replanteaba —es decir, marcaba dónde iban los tabiques, ventanas, puertas, etc.— y colocaba después ladrillo junto a ellos.
Todo correcto.
Para enero, un día, uno de ellos ya no vino.
Se enfadó con el jefe, se tiraron los trastos a la cabeza y ahí quedó la cosa.
De aquellas, era febrero y la albañilería ya estaba casi acabada y, en realidad, contar con 3 tampoco era un problema, ya que quedaban detallitos. El tiempo continuó pasando y nos fuimos arreglando con 3 albañiles.
El jefe de ellos, llamémosle Johny, fuma como un carretero. Todos lo hacen, en realidad. Hace años tuvo problemas respiratorios y los informes médicos dicen que tiene un 30 % de capacidad pulmonar. Sin embargo, el tipo debía bajarse dos cajetillas al día fácilmente. Total, que por supuesto su capacidad de trabajo cada vez se veía más mermada.
Hasta que un día, ¡pum!
Lo ingresaron con oxígeno en la UCI y casi no lo cuenta. No era la primera vez que estaba allí, ni sería la última. Era febrero. Sin embargo, él pensaba que lo ingresarían dos semanas como otras veces y estuvo, al final, más de dos meses.
Durante ese tiempo, nosotros tuvimos que hacer de jefe de los albañiles de facto: indicándoles qué hacer, comprando material y, en definitiva, haciendo lo que Johny venía haciendo hasta ahora. Al final de cada mes le pagábamos a Johny, y Johny desde el hospital les pagaba. Todo muy rocambolesco.
Pero, por supuesto, esto solo era la punta del iceberg.
La obra avanzó, entraron instaladores, fueron metiendo tubos de electricidad, fontanería y ventilaciones, y los albañiles venían detrás tapándolos. El edificio avanzaba pese a todos los incidentes.
A Johny le dieron el alta por fin en abril. Sin embargo, se ahogaba al caminar, y ya no hablemos de colocar ladrillo y echar masa (argot para cemento).
Llegamos al mes de mayo, hace un par de semanas.
Nos llama Johny, visiblemente preocupado. Nos dice que lo han jubilado. Le ha llegado una carta donde consideran que no puede trabajar de forma permanente.
Le toca cerrar el chiringuito. Y, por supuesto, echar a sus dos albañiles: a Juan, el mayor de ellos, y al peón aventajado.
Esto nos cogió con el pie totalmente cambiado.
Por un lado, Johny, aunque bastante piratilla, es un buen albañil de los que ya no quedan y no queríamos verlo en esa situación. Ver cómo su vida pende de un hilo y al tipo parece sudársela.
Seguía fumando mientras nos contaba cómo no tenía fuelle en el cuerpo ni para atarse solo los zapatos. Como si fuera todo un chiste.
Y la segunda parte: ¿de dónde sacamos ahora unos albañiles?
Con un solo albañil, Juan, sería suficiente a estas alturas de la obra. Pero no queríamos dejar al peón colgado.
Que insisto: esto no nos incumbe y, por supuesto, no es un problema nuestro.
Total, que estamos mirando para contratar en nómina a los dos hombres hasta finalizar la obra. Después de una semana organizando el increíble papeleo que la burrocracia de este país exige: Seguro RC, seguro jubilación, pruebas médicas, protocolo de acoso, protocolo de desconexión digital...
Tenemos todo el papeleo listo y nos llama Johny:
—Mire, que no le comenté, pero Juan no tiene carnet de conducir y lo iba a buscar yo a su casa para llevarlo y traerlo de la obra.
—Ya, ¿pero entonces no puede ir hasta la obra por su cuenta?
—No puede, lo llevaba yo.
—Pero ¿cuándo estuviste ingresado, cómo hacía para ir entonces?
—Le pagaba un taxi que lo iba a buscar y a traer.
—¿Estás de coña, no? ¿Y cuánto te salió la broma? Porque estuviste casi 3 meses ingresado.
—Buff, no quiera ni saberlo. Medio sueldo más.
—¿Pero entonces cómo hacemos para que vaya?
—Pues Juan tiene un coche de esos sin carnet. Un microcar. Pero lo tiene estropeado, ni la ITV pasada tiene.
—¿Entonces?
—Nada, le cuesta más arreglarlo que comprar uno nuevo.
Ahora resultaba que teníamos un albañil en nómina y este no podía ir hasta el centro de trabajo. Y claro, no le presiones, porque entonces se va y nos quedamos sin albañiles.
“Pues busca y contrata otros”, podrías decir.
Hemos estado llamando y todos tienen ahora, en verano, tanto tajo que no dan abasto. El otro día llamamos a uno y nos dijo que hasta junio, nada. Le dijimos que genial, porque ya era junio.
Y nos respondió que hasta junio... pero del 2026.
Joder.
En resumen: si no viene Juan, nos quedamos colgados a estas alturas de la película. Si no tapan todo lo que queda, los yesistas no pueden hacer lo suyo. Y los yesistas entran el lunes que viene.
Entonces, ¿cómo podemos hacer?
Por raro que parezca, se nos dio por mirar cuánto costaba un cochecito de estos sin carnet de segunda mano.
En internet, todos los que estaban en Coruña costaban de 3.000 a 3.500 € para arriba. El puto microcoche de los huevos.
Encontramos uno en un taller por 2.200 €, y el tipo necesita 15 días para ponerlo a punto y pasarle la ITV.
Contamos con una baza: que Johny nos debe 2.000 € de una camioneta que le vendimos y nos los iba a devolver mediante transferencia en estos días.
Con ese dinero podíamos comprar el coche sin carnet y que Juan fuera y viniera en él.
¿Es en efecto toda esta situación completamente absurda?
Sí, lo és. Y somos conscientes. Pero no podemos permitirnos quedarnos ahora sin albañiles.
El coche, que lo use estos meses y después lo vendemos de nuevo… o se lo regalo a algún suscriptor.
Pero espera un momento
¿Y en en los 15 días que el del taller necesita para ponerlo a funcionar quién va a buscar a Juan?
El menda, por supuesto.
Toca hacer de taxista de mi propio albañil dos semanas. Manda huevos.
The show must go on.
Hablamos.